Apropiarse, relocalizar, transformar y sustraer. Estrategias “defasadas” para aprovechar un encuentro.

Una fuerte impronta teatral habita cada una de las composiciones que integran la serie Defasajes de Marina Fernández Quiroga. Desde el encuentro fortuito con una caja de dulces que guardaba unas diapositivas con escenas familiares, pertenecientes a personas desconocidas para la artista, el gesto de apropiación de un material preexistente la llevó a montar un operativo que le permitiera desafiar los límites de este procedimiento característico del arte actual, de manera de poner de manifiesto su mirada transformadora.

La proyección era el modo natural de las fotos halladas y su manipulación se inició al superponerlas sobre otros escenarios, que relocalizaron personajes y objetos, de manera tal que sus acciones y poses se vieran “obligadas” a interactuar con esa nueva ubicación. Estas puestas en escena actualizaron las imágenes originales, reinventándolas y trayéndolas a la contemporaneidad, no como una simple evocación nostálgica, sino haciéndolas revivir y fusionarse con locaciones que, en casi todos los casos, propiciaron resultados insólitos de aristas metafísicas. Extrañas perturbaciones generadas por esta propuesta de tiempos que se deslizan, filtran, coinciden e interceptan, como si de la manifestación de universos paralelos se tratara.

La decisión de mostrar estas “re-fotografías” en formato mural –ya sea impreso o proyectado–, completa la transfiguración que la artista puso en marcha, brindado con esta clase de presentaciones la teatralidad neobarroca, que tiene como fuente las trampas visuales que la pintura desplegada en la arquitectura, gustó urdir desde la Antigüedad. Esta alusión sumó otra capa temporal, ya no por superposición y composición formal y significativa, sino por implicación, al citar un recurso consagrado por la historia del arte. Además de que, como en la pintura, también funciona el abismal recurso de la fotografía dentro de la fotografía, otro indicio de la adhesión de este conjunto a la estética neobarroca.

Finalmente, la inclusión del objeto encontrado –la caja con forma de corazón, cuyas características hacen conjeturar que atesoró recuerdos entrañables– nos enfrenta con el disparador originario de estas obras, al tiempo que lo escamotea, cuando la artista presenta vacíos los marcos de las diapositivas, demostrando con este gesto la metabolización definitiva de aquello que había empezado como descubrimiento preñado de sugerencias, convertido ahora en categórico hallazgo creativo.

Gigantogalería Centro Cultural San Martín /16 de abril 2019 – 16 de abril – 2020  / Capital Federal

Curaduría: Karina Acosta

 Museo Palacio Dionisi  Salas 1 – 2 – 3 /4 de agosto – 18 de noviembre – 2018  /Córdoba Capital

Curaduría: Adriana Lauría